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Frasco de la calma

El frasco de la calma es una herramienta que puede resultar muy útil para calmarnos cuando estamos nerviosos, y está inspirada en el método Montessori. Cuando agitamos el bote, podemos observar cómo la purpurina se mueve de forma descontrolada, como cuando nos enfadamos o nos sentimos frustrados. El cuento Respira lo explica de manera sencilla: Cuando estás nervioso, eres como este bote que se agita. Toda la purpurina está moviéndose y no puedes ni pensar. Entonces, respiras profundamente mientras observas cómo la purpurina va cayendo y se deposita toda ella en el suelo. El agua queda transparente, como dentro de ti, si te sabes tranquilizar.

 

Así pues, cuando el niño está nervioso, enfadado, irritado... agita el bote frente a sus ojos para que desvíe su atención hacia los patrones y movimientos del líquido y la purpurina. Según algunos estudios, mientras los niños observan la caída de la purpurina, pueden organizar y centralizar el sistema nervioso. Cuando el niño está estresado, su ritmo cardíaco se acelera junto a su respiración y su mente se bloquea, y al ver la lenta caída del brillo, genera un modelo visual para inconscientemente entregar una señal al cerebro que disminuya la agitación. De esta manera, concentrado en el objeto y en su respiración, se irá calmando paulatinamente.

Ingredientes:

- Un frasco con tapa, de vidrio o plástico (plástico, para evitar accidentes).

- Agua destilada (o en su defecto, agua mineral).

- Glicerina líquida (lo puedes conseguir en la farmacia).

- Pegamento con purpurina (o en su defecto, pegamento líquido transparente).

- Purpurinas variadas (colores, formas y tamaños).
- Opcional: colorante alimentario (si no se usa pegamento con color y se quiere que el agua no quede transparente).

Preparación:

  1. Calentar el agua destilada. El hecho de calentarla hará que todo se diluya más fácilmente.

  2. Echar un poco de agua caliente en el bote, para llenar aproximadamente un cuarto o un tercio del frasco.

  3. Añadir el pegamento líquido con purpurina. Si no disponéis de este pegamento no pasa nada, podéis poner pegamento normal, transparente, pero luego sería conveniente añadir una gotita de colorante alimentario para que el agua coja algo de color. En mi caso, no tenía colorante, pero no fue necesario porque este pegamento ya tintó el agua.

  4. Remover, remover y remover. Al principio parece que esos pegotes no se van a disolver nunca, pero tranquilos, lo hacen :-)

  5. Añadir purpurina al gusto. Yo empecé con una rosa de puntitos, otra rosa en forma de tiras finas y una blanca. Y volver a remover.

  6. Incorporar la glicerina líquida (también he visto por ahí que hay quien usa champú infantil transparente). Esto hará que el líquido quede más denso y, por tanto, que la purpurina tarde más en bajar. Por tanto, las cantidades son "a ojo" y a gusto del consumidor. También hay que tener el cuenta el peso de la purpurina. La hay más pesada y otra mucho más fina. Para mí lo ideal es combinar ambas. 

  7. Seguir añadiendo agua, glicerina y purpurina al gusto, mientras se remueve. Yo puse, además de purpurina rosa y blanca, plateada y dorada. Pretendía darle mucha luz.

  8. Cerrar el frasco ¡y listo!. 

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